Tengo la necesidad de contar algo importante, antes de seguir en esto

Estas fotos que veis aquí, son el resultado de mi primera editorial de boda, un trabajo que me llevó dos meses de organización.

Ellos no son la pareja que tenía en mete para esta sesión.

Tampoco el vestido fue el primero que tenía en mente.

Contacté con varios proveedores que confiaron en mí para llevar a cabo ese trabajo.

Les lancé mi propuesta y tuve la aprobación de todos ellos, sin excepciones.

Diez días antes, la pareja de modelos se me cayó. No iban a poder participar en esta Editorial.

Me puse a buscar una nueva pareja como loca, y entonces di con Daniela y Carlos.

Una tierna pareja que cumplía cuatro años de noviazgo la misma semana en la que se llevaría a cabo la sesión fotográfica.

No me di cuenta en ese momento, pero ahora sé que ellos fueron mi serendipia

serendipia
Mi encuentro afortunado, cuando estaba buscando una cosa distinta.

Digo que no me di cuenta, porque entonces vivimos una absoluta Odisea.

Resulta que la talla de los vestidos de novia que tienen para las colaboraciones es la 34.

Así que a Daniela el vestido le quedaba pequeño.

Esto no parecía un problema a priori, ya que durante la prueba del vestido, nos dijeron que iban a tratar de sacarle tela, para que se lo pudiera poner el día de la Editorial.

Tres días después (a seis días de la sesión programada), la misma persona que nos iba a arreglar el vestido me contactó para decirme que no podían dejarnos ni ese, ni ningún otro vestido, a menos que cambiara de modelo.

La razón era que su diseño no se iba a lucir en la talla 38 de Daniela.

Que la pareja que había escogido no era muy agraciada y que, básicamente, la Editorial no iba a tener éxito.

Entonces, me propusieron como alternativa que mi Editorial la hiciera una niña de 15 años y su novio, a los que tendría que contactar a través de la Agencia de Modelos que los llevaba.

Al principio me pareció una locura: “¿cómo puede resultar más creíble una boda con niños de 15 años, por mucho que los maquillen; que una boda con una pareja real en edad de casarse, aunque no tengan el perfil de modelos?”

Pero lo acepté.

Respeté sus opiniones y me he guardados todos estos consejos hasta el día de hoy.

Comprendí que las recomendaciones que me daban desde la dirección de diseños de novia, eran porque estas personas entendían más que yo en este momento.

Así que mandé el mensaje a la Agencia, solicitando a la modelo de 15 años y a su novio de la misma edad.

Por suerte, nunca tuve la respuesta de esta Agencia.

A tres días de la sesión fotográfica que había programado, y que ya estaba cerrada con el resto de proveedores, tenía tal ansiedad que estuve a punto de cancelarla.

Realmente no me quedaba tiempo para buscar a una nueva pareja que tuviera las medidas y la disponibilidad que se necesitaba.

Por otro lado, tenía un compromiso con mis primeros proveedores que no podía romper.

Pensé que, si ahora que estoy empezando a lanzar esto, les digo que no puedo hacer la colaboración en la que ellos han querido participar de manera gratuita, iba a generar una desconfianza que a la larga me va a costar deshacer.

Pasé un par de noches dando vueltas en la cama sin dormir demasiado, pero descansé lo suficiente como para despertarme con fuerzas y seguir adelante, con todo lo que ello suponía.

En una noche que me llevó a la reflexión de que debía mantener mi esencia: la naturalidad y la complicidad de parejas reales.

Me sentía más reivindicativa que nunca, y decidí apostar por mi serendipia.

Fue entonces que contacté con Asos, les hablé del proyecto y me enviaron el vestido en tiempo récord.

El resultado no fue bueno; fue mejor que eso.

Mi reflexión final

Creo que una mujer que gaste la talla 34 es tan real como la que gasta una talla 48, o la que sea.

Si bien es cierto que, antes de vivir todo esto, yo pensaba que este tipo de vestidos tenderían a ser más bien grandes, ya que a la hora de hacer colaboraciones es más fácil coger pespuntes con alfileres que tener que sacarle tela.

Ingenua de mí.

Me da pena haber conocido la hipocresía del mundo de la moda, prácticamente antes de meterme en él.

Me da pena que haya personas que se llenan la boca hablando de “belleza real”, pero que, a la hora de la verdad, solo quieren lucir sus diseños en modelos de talla pequeña.

Me da pena que llamen ‘curvy’ a una modelo de la talla 38.

Me da muchísima pena que a modelos que están delgadas, se las relacione con enfermedades como la anorexia o la bulimia.

Y también me da pena haberme dado cuenta de que todavía nos queda mucho por avanzar en esta sociedad marcada por estereotipos.

¿Por qué cuento esto ahora?

Mi intención no es cambiar el mundo, ni mucho menos.

De hecho he querido hacerlo público ahora, con mis poquitas visitas mensuales en el blog, porque quiero ser transparente desde el principio.

No quiero menospreciar el trabajo de nadie; ni mucho menos hundir a otros profesionales del sector para llevarme yo la gloria.

Por eso no voy a dar nombres ni detalles de las personas que me hicieron replantearme este trabajo.  

Simplemente necesitaba desahogarme, contar esta historia antes de seguir avanzando, porque siento que le estoy dedicando muchas horas y mucho trabajo.

Lo cuento porque llevo días machacándome la cabeza con ello.

Porque, si he cometido un error, prefiero fracasar ahora y renunciar a todo, que seguir dando palos de ciego.

Créditos

Fotografía: Malcontenta / Diseño floral: Lilium Floristería / Maquillaje: MCarmen Fernández Make Up / Peluquería y estilismo: Imagen Inteligente / Zapatos: Hey Dressup / Complementos: Alex’s Bow Ties / Vestido: Asos / Cartelería: María Garland Pide un deseo / Mobiliario y menaje: Pack and Things / Diseño y Organización: En clave floral